


"En el mar abierto se formaban las olas que se acercaban deslizándose sobre la superficie del agua, en forma de verdes e inquietantes ondulaciones. Los grupos de rocas superficiales que se adentraban en las aguas lanzaban al aire, al resistirse a la fuerza de las olas, salpicones que se elevaban como blancas manos pidiendo ayuda.
Las rocas se hundían en la sensación de profunda abundancia del mar, y parecían soñar en boyas liberadas de sus amarras. Pero al instante siguiente la ola había rebasado las rocas, y seguía deslizándose hacia la playa sin menguar su velocidad. A medida que la ola se acercaba a la playa,algo despertaba en el interior de la verde bóveda. La ola crecía más y más y revelaba, hasta donde la vista alcanzaba, el filo, fino como el de una navaja, de la enorme hacha marina, alzado y presto a atacar.
De repente la guillotina azul oscuro caía, mandando a lo alto blanca espuma de sangre. El cuerpo de la ola, derrumbándose y resbalando al frente, perseguía su cabeza cortada,y, por un instante, reflejaba el puro azul del cielo, aquel mismo azul extraterreno que se refleja en los ojos de la persona que va a morir...
Durante el breve instante del ataque de la ola, los grupos de rocas, suaves y erosionadas, se ocultaban bajo la blanca espuma, pero después, poco a poco, salían del mar, reluciendo gracias a los rastros de la ola en retirada. Desde lo alto de la roca en que me hallaba observando, veía las babosas resbalando sin tino sobre las relucientes rocas, y los cangrejos quedándose quietos en el esplendor."
Yukio MISHIMA, Confesiones de una máscara. Planeta.
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