Los lectores de Chéjov saben que su aparente sencillez es desmentida por la sutil penetración psicológica y la afinada sensibilidad social; por la capacidad para sumergir lo grave en la levedad y por un sentido poético inasible que zarandea y trastoca.
A partir de los diecinueve años Chéjov, mientras estudiaba medicina en Moscú, escribía relatos para revistas humorísticas que ayudaban a sobrevivir a él y su familia. Firmaba Antosha Chejonte, - y pensaba que era una ocupación temporal ya que su verdadera vocación era llegar a ser médico. No contaba con que el espíritu de la literatura que- como recuerda Thomas Mann- no permite que el talento juegue con ella, acabaría trastocando sus planes.
El objetivo de estas historias tempranas era entretener y seducir de inmediato, para poder publicar más y cobrar por ellas. A pesar del desinterés literario del autor mostraban ya cualidades narrativas y cómicas poco comunes: un agudo ingenio y aunque el tono era popular, una sensibilidad inusual para la observación y los matices que acabarían siendo la esencia de su estilo maduro.
En el departamento de correos, se publicó el 29 de octubre de 1883 en el número 44 de la revista Fragmentos.
Marc Chagall
EN EL DEPARTAMENTO DE CORREOS.
"Hace pocos días enterramos a la joven esposa de nuestro viejo compañero Sladkopertzev. Después del entierro de aquella belleza, y según costumbre seguida por nuestros padres y abuelos, nos reunimos en el departamento de Correos para honrar su memoria.Cuando se sirvieron los blinis, el viejo viudo se echó a llorar y dijo:
-¡Estos blinis tan sonrosados me recuerdan a la difunta!¡son igual de bonitos!¡Exactamente igual!
-En efecto -asintieron los que honraban la memoria de esta- tenía usted una mujer que era realmente una belleza.¡Una mujer de primera clase!
-Sí, señores...Al verla quedaba todo el mundo asombrado...Pero yo no la quería por su belleza ni por su buen carácter. Esas dos cualidades son comunes a cualquier naturaleza femenina y se encuentran con bastante frecuencia en la vida. La quería por otra cualidad de su alma. Quería a la difunta porque, a pesar de la viveza y animación de su carácter, era fiel a su marido.Me era fiel, aunque sólo tenía veinte años, mientras que yo estoy próximo a cumplir los sesenta. ¡A mí...,un viejo, me era fiel!...
El diácono que comía con nosotros, expresó su duda con una tos y un mugido elocuentes.
-¿Quiere usted decir que no lo cree? -dijo el viudo dirigiéndose a él.
-No es que no lo crea -se azaró el diácono-. Pero es que hoy en día las mujeres jóvenes...son demasiado rendez vous...,demasiado sauce provençale...
-Pues aunque lo dude, se lo he de demostrar. Yo me valía de distintos medios...,llamémoslos estratégicos..., como una especie de fortificación...,para sostener su fidelidad. Con aquel proceder y con mi astucia no había posibilidad de que mi mujer me engañara jamás. Defendía mi vida matrimonial empleando la astucia. Utilizaba unas palabras..., como una contraseña...Sabía que me era suficiente pronunciar una sola de aquellas palabras para poder dormir tranquilo en lo tocante a su fidelidad.
-¿Y qué palabras eran esas?
- Las más sencillas. Hice correr un rumor maligno por la ciudad.. Un rumor que le es a ustedes muy conocido.A todos iba diciendo: "Mi mujer, Alena, tiene relaciones amorosas con nuestro jefe de Policía, Iván Aleksèich Salijvatsky". Estas palabras bastaban. Por miedo a la ira del jefe de Policía, no había un solo hombre que se atreviera a hacer la corte a Alena. Hasta se daba el caso de que salieran huyendo cuando la veían para no dar que pensar a Salijvatsky. ¡Je...,je...,je!...¡Porque,eso sí!...¡Si alguno se hubiera tropezado con ese ídolo bigotudo, lo hubiera pasado muy mal!¡Por menos de nada es capaz de echarte encima cinco denuncias oficiales, amparándose en la cuestión sanitaria...,o de, si ve tu gato en la calle, denunciártelo como si se tratara de una bestia vagabunda!
-¿Su mujer no tenía entonces relaciones con Iván Alekséich?- nos asombramos.
-¡Qué iba a tener, señores!¡Todo era astucia mía! ¡Je...,je...,je...!¿Verdad, jóvenes, que los he tenido muy bien engañados?...¡Así es!
Transcurrieron cerca de tres minutos en silencio. Estábamos sentados, callados, dolidos y a la vez avergonzados de que aquel viejo gordo de la nariz colorada hubiera sabido engañarnos de modo tan taimado.
-Bien. Si Dios quiere, te volverás a casar -gruñó el diácono."
Chéjov, 1881 //A. Chéjov, Cuentos completos [1880-1885] ,Páginas de Espuma, 2013
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