"¿Sabe usted cómo escribo yo mis cuentos? -le dijo a Korolenko, el periodista y narrador radical, cuando acababan de conocerse- Así." Echó una ojeada a la mesa -cuenta Korolenko- tomó el primer objeto que encontró, que resultó ser un cenicero, y poniéndomelo delante dijo: " Si usted quiere mañana tendrá un cuento. Se llamará El cenicero."Y en aquel mismo instante le pareció a Korolenko que aquel cenicero estaba experimentando una transformación mágica: "Ciertas situaciones indefinidas, aventuras que aún no habían hallado una forma concreta, estaban empezando a cristalizar en torno al cenicero". V.NABOKOV/"Chéjov"


"¿Has visto alguna vez un montaje realmente hermoso de, digamos, "El jardín de los cerezos"? No me digas que sí. Nadie lo ha visto. Puede que hayas visto "montajes inspirados, montajes eficaces", pero nunca algo hermoso. Nunca una versión en la cual todos los que salen al escenario estén a la altura del talento de Chéjov, matiz por matiz, carácter por carácter."-J.D.Salinger

Letras Libres: 17 enero 2020 ***Feliz cumpleaños,Anton Chéjov

jueves, 8 de noviembre de 2018

"ASESINATO EN SARAJEVO"




I.B. Singer pasó su infancia en el guetto de Varsovia en el número 10 de la calle Krochmalna y más tarde en el 12. Tras el levantamiento judío contra los nazis en 1943 el guetto fue arrasado y los últimos supervivientes trasladados a Treblinca y otros campos. Hoy Krochmalna es una calle nueva, con edificios modernos, sin el color y el carácter que tuvo. Pero Singer en 1935 la llevó consigo al exilio tal como era, con sus instituciones judías, el yiddish,  su bullicio, sus personajes, sus historias , su infancia...y fue una fuente inagotable de inspiración. Es la calle que recuerda en la autobiografía de juventud "En el tribunal de mi padre" y en otras muchas de sus inolvidables historias.
En " Asesinato en Sarajevo" un Singer de diez años evoca como vivió la calle Krochmalna el estallido de la cercana  guerra mundial. La Gran Guerra (28 de julio de 1914- 11 de noviembre de 1918): entre nueve y diez millones de muertos y veinte millones de heridos .Hoy su horror parece lejano pero de su final sólo se cumplen mañana cien años./10nov.2018
Algunas datos  sobre Isaac B.Singer (en otro post)


            ASESINATO EN SARAJEVO
DURANTE largo tiempo mi familia discutió la posibilidad de que nos mudáramos de nuestro departamento en el número 10 de la calle Kronchmalna, donde usábamos una lámpara a kerosén porque no había gas y compartíamos un retrete en el patio con todos los demás ocupantes del edificio.Este retrete fue un veneno de mi infancia. Estaba siempre oscuro y mugriento. Por todas partes había ratas y ratones, en el suelo y en el techo. A causa de esto,muchos niños sufrían de constipación y de desórdenes nerviosos.   
   La escalera era otra plaga, porque muchos niños la preferían al retrete. Y lo peor es que algunas mujeres la usaban para arrojar la basura. El portero, que debía encender lámparas en la escalera, rara vez lo hacía, y en todo caso las apagaba a las diez y media de la noche. Las pequeñas lámparas manchadas de humo daban tan poca luz que a su alrededor la oscuridad parecía más espesa. Cuando yo usaba esta roñosa escalera, me perseguían todos los demonios y los malos espíritus de que hablaban los padres para probar a los niños mayores que existía Dios y que había una vida futura. Los gatos corrían junto a mí.Detrás de alguna puerta cerrada se oía gemir a los muertos. En la puerta del patio tal vez esperara una procesión para un funeral. Cuando llegaba a mi puerta estaba sin aliento.Comencé a tener pesadillas, tan horripilantes que me despertaba bañado en sudor.   
   Ya nos resultaba bastante difícil pagar los veinticuatro rublos por un departamento al frente con balcón; entonces ¿cómo podríamos permitirnos mudarnos al número 12 de la calle Krochmalna, con luz de gas y cuartos de baño y un alquiler de veintisiete rublos? Pero decíamos que cambiar de lugar cambiaría nuestra suerte...
   Era en la primavera de 1914.Todos nos aconsejaban que nos mudáramos. El dueño de la casa del número 12, Leizer Przepiorko, era un millonario ortodoxo. Tenía reputación de avaro, pero nunca había desalojado a un judío. El administrador de la casa, Reb Isaías, era un viejo jasid de Kotzk, amigo de mi padre. Como el número 12 tenía una entrada que daba a Mirowski, a la feria, papá sería a la vez rabino de las calles Krochmalna y Mirowski. Además para esa época había muchos juicios, casamientos y divorcios que significaban dinero extra para nosotros. Decidimos mudarnos.El edificio del número 12 era como una ciudad. Tenía enormes patios. La oscura entrada siempre olía a pan y a masitas recién horneadas, a semilla de amapola y a humo Los panes con levadura de Koppel del panadero siempre estaban fuera, apilados sobre tablas. En el numero 12 también había casas de estudios jasídicos, la de Radymin y la de Minsk, y una sinagoga para los que se oponían al jasidismo. También había un establo en que tenían a las vacas encadenadas a la pared todo el año. En algunos sótanos había fruta almacenada por los comerciantes de Mirowski; en otros huevos conservados en cal.Llegaban allí carros desde las provincias. El número 12 rebosaba de Torá, plegarias, comercio y actividad. Nadie sabía de lámparas de kerosén. Algunos departamentos hasta tenían teléfono. Pero la mudanza no fue fácil, aunque los números diez y doce eran casas contiguas. Tuvimos que cargar nuestras cosas en un carro, y algunas se rompieron. Nuestro ropero era increíblemente pesado, una fortaleza con cabezas de león sobre puertas de roble y una cornisa tallada que pesaba una tonelada. No me imagino cómo lo habrían trasladado desde Bilgoray.
Hacía años que los periódicos hablaban de la situación explosiva en los Balcanes y de la rivalidad entre Inglaterra y Alemania. Pero en casa ya no había más periódicos. El que los traía era mi hermano Israel Josué, que se marchó después de una discusión con mi padre. 
El departamento estaba recién pintado; enfrente había una panadería y la ventana de la cocina daba a una pared. Había cinco o seis pisos sobre el nuestro.

 Resultado de imagen de Plano del gueto de Varsovia
Jamás olvidaré la primera vez que encendí la lámpara de gas de dos mecheros. Quedé deslumbrado e intimidado por la extraña radiación que llenó el departamento y que hasta parecía penetrarme el cráneo. A los demonios les resultaría muy difícil esconderse allí.El cuarto de baño me encantaba. Lo mismo el horno de gas en la cocina. Ya no era necesario hacer  fuego para para preparar el té ni acarrear carbón. Bastaba con acercar un fósforo y ver encenderse la llama azul. Tampoco tendría que traer botellones de kerosén del almacén,ya que había un medidor de gas donde se insertaba una moneda de cuarenta groschen para obtener el gas. Y yo conocía mucha gente allí porque era en el patio de esa casa donde oraba. Por un tiempo llegó la buena suerte que nos predecían.Papá tuvo numerosos juicios. Las cosas marcharon tan bien ese año que papá decidió inscribirme una vez más en el jéder. Yo ya había pasado la edad de ir al jéder, ya que sabía leer solo una página del Talmud, y también algunos de los Comentarios. Pero en la calle Twarda, número 22, había un jéder especial para muchachos mayores donde el maestro disertaba en lugar de estudiar con los alumnos. Algunos de mis amigos de otros jéder asistían. 
Por esa época yo leía libros prohibidos y había adquirido un placer en la herejía; por lo tanto era un poco ridículo que fuera otra vez al jéder. Mis amigos y yo nos reíamos del maestro, que tenía barba amarilla  y ojos saltones, hablaba con acento ridículo, comía cebolla cruda y fumaba un tabaco apestoso en una pipa larga. Estaba divorciado y los casamenteros venían a murmurar propuestas en sus orejas peludas... 
De pronto hubo rumores de guerra. Decían que habían matado al Príncipe de la Corona de Austria. Los periódicos publicaron ediciones especiales, impresas en un sólo lado, con gigantescos titulares. Al hablar de política, nosotros, los muchachos, decíamos que era preferible que ganase Alemania...¿qué se ganaría con la dominación rusa? Con la ocupación alemana todos los judíos tendrían que usar chaqueta corta, y la escuela secundaria sería obligatoria. ¿Qué podía ser mejor que ir a escuelas seculares con uniformes y gorras con adornos? Al mismo tiempo estábamos convencidos (mucho más que el gobierno alemán) de que la fuerza de Alemania nunca podría enfrentar a las fuerzas combinadas de Rusia Francia e Inglaterra. Un muchacho especulaba que, debido a que en los dos países se hablaba el mismo idioma, resultaría natural que Norteámerica participara para ayudar a Inglaterra... 
Mi padre comenzó a leer los periódicos. Prevalecían las palabras nuevas: movilización, ultimatum,neutralidad. Los gobiernos rivales enviaron notas. Los reyes se escribieron cartas llamándose Nicky y Willy. La gente común, los obreros , los porteros, formaban grupos en la calle Krochmalna para hablar de las condiciones.De pronto llegó el noveno día de Ab, el domingo que es el día de ayuno postergado. También fue el comienzo de la guerra.

                 Las mujeres andaban por todas partes, comprando comida.Pequeñas como eran, cargaban enormes canastos de harina, sémola, alubias y todo lo que encontraban en las tiendas, que estaban cerradas la mitad del tiempo.Primero los comerciantes rechazaban los billetes de banco ajados, luego pidieron monedas de oro y de plata en lugar de papel. Comenzaron a acaparar sus existencias para aumentar los precios.La gente tenía ánimo festivo como en Purim. Las mujeres seguían llorosas a sus maridos, judíos con barba con pequeños alfileres blancos en la solapa, que indicaban que habían sido llamados al servicio militar. Perturbados y divertidos a la vez, los hombres marchaban por la calle mientras sus hijos los seguían con palos al hombro y daban órdenes militares. 
Al volver de la casa de estudios de Razymin, papá anunció que había oído que la guerra terminaría en dos semanas.-Tienen cañones  que pueden matar mil cosacos de un solo disparo.-Qué desgracia -lloraba mamá-. ¿A dónde va el mundo?Papá la consolaba:-Bien, ya no habrá que pagar el alquiler.Mamá proseguía:-¿Y quién querrá juicios? ¿De dónde sacaremos el dinero para comer? 
Teníamos problemas. Ya no llegaban cartas de mi hermana que estaba en Amberes, y mi hermano Israel Josué, que tenía 21 años, debía presentarse para hacer el servicio militar  en Tomaszow, el pueblo natal de mi padre. No teníamos dinero para aprovisionarnos de comida como nuestros vecinos.Sabiendo que llegaría a pasar mucho hambre, experimenté un apetito voraz. Comía insaciablemente. Mamá volvía agitada de la calle gimiendo por la escasez de alimentos. 
Ahora por primera vez comencé a oír comentarios desagradables sobre los judíos de la calle. Los comerciantes judíos, lo mismo que los gentiles, escondían la mercancía, elevaban los precios y trataban de capitalizarse con la guerra. Moshe, el de la papelería, que vivía en nuestro edificio, alardeaba de que su mujer había gastado quinientos rublos en comestibles.-Gracias a Dios -dijo- , tengo provisiones para un año. ¿Cuánto puede durar la guerra? -Y se acariciaba sonriente la barba plateada. 
Había bastante confusión. Los jóvenes con tarjeta azul tenían permiso para estudiar el Talmud,pero, plácidos y preocupados, los de la tarjeta verde trataban de adelgazar para evitar el reclutamiento. Los hombres que vendían harina y sémola tenían suerte, pero no tanta los encuadernadores, los maestros y los escribientes sin trabajo.Los alemanes tomaron Kalisz, Bedzin y Czestochowa. Yo sentía el peso de la madurez y esperaba una catástrofe misteriosa. Se me ocurría que si hubiésemos aceptado la falta de baños y de gas en el número 10, podríamos habernos salvado de esto...Esta era la guerra entre Gog y Magog, decía papá. Y todos los días descubría nuevos presagios que anunciaban la llegada del Mesías...                                                           
Más historias de I.B.Singer:
I.B. Singer y "Un amigo de Kafka" 
Un día en Coney Island



Isaac Bashevis Singer, "En el tribunal de mi padre",Mila Editor,Buenos Aires, 1988







viernes, 18 de mayo de 2018

Anton Chéjov y "El violín de Rothschild"


Releer a Sergio Pitol tras su reciente desaparición,conduce directamente a Anton Chéjov. Las páginas que le dedicó en varios de sus libros, -junto con las que escribió Thomas Mann, en los últimos años-, iluminan como pocas  sus insondables relatos y   prodigioso teatro. 
También Chéjov era el autor preferido de Dimitri Shostakovich y  a  S. Volkov le confesaba:"Siempre quedo sacudido cuando releo "El violín de Rothschild" y ese fue el relato que sugirió a su discípulo Benjamin Fleischmann como  tema para su primera composición. 
El joven músico  pertenecía a una familia de origen judío, de músicos aficionados que completaban sus escasos ingresos actuando como orquestina en casamientos y entierros...  Fleichsmann   murió en 1941, a los veintiocho años durante  la defensa de Leningrado sin completar la partitura  y  fue Shostakovich quien la terminó  y realizó  su orquestación.
                                 
  Imagen relacionada
                                     Marc Chagall, h1908/ músicas  de bodas y funerales.
Estas pinturas son anteriores a la marcha de Chagall a París,1910. León Bakst, su tutor, le dasaconsejaba el viaje por considerar que su  ingenuidad no  le permitiría  sobrevivir, fisicamente, en medio de la bohemia parisina. Pero Chagall que no murió de hambre como temía Bakst, aunque pasó bastante, incorporó lo que quiso de las vanguardias,y siguió fiel a un lirismo cada vez más puro, casi musical, que  ya afloraba en su primitiva fase expresionista, y a un surrealismo -antes del Surrealismo- que se manifestó tempranamente en un humor sutil y la  densidad onírica  de sus representaciones y que impregnaría posteriormente "Mi vida", su  preciosa autobiografía.
         


El violín de Rothschild

El pueblecillo era pequeño, peor que una aldea. Y los que en él vivían eran casi todos ancianos que morían tan de tarde en tarde que aquello resultaba enfadoso.En el hospital y la cárcel se necesitaban muy pocos ataúdes. Total, que el negocio iba muy mal. Si Yakov Ivanov hubiese sido fabricante de ataúdes en la capital del distrito ya tendría probablemente casa propia y le llamarían Yakov Matveich; pero en ese pueblecillo le llamaban sencillamente Yakov y, no se sabe por qué, le habían puesto el apodo de Bronce. Vivía tan pobremente como un campesino, en una cabaña pequeña y vieja de una sola habitación, en la que se apretujaban él, Marfa, la estufa, una cama de matrimonio, los ataúdes, el banco de taller y todos los enseres domésticos.
Los ataúdes que Yakov hacía rean vistosos y de buena calidad. Para los campesinos y la gente del pueblo los hacía midiéndose a sí mismo, sin equivocase nunca, ya que, aunque tenía setenta años, no había en le pueblo ni en la cárcel nadie más alto ni más robusto que él. Para los señores y las mujeres los hacía a medida, usando para tal fin una vara de metal.Si se le encargaban ataúdes para niños los hacía de mala gana, sin tomar medida, desdeñosamente, y cuando le pagaban por ese trabajo solía decir:
-Confieso que no me gusta malgastar el tiempo en fruslerías.Además de lo que cobraba por su trabajo de carpintería, ganaba también algún dinerillo tocando el violín. Había en el pueblo una orquesta judía que de ordinario tocaba en las bodas, dirigida por el hojalatero Shahkes, quien se quedaba con más de la mitad de los ingresos. Como Yakov tocaba muy bien el violín, especialmente canciones rusas, Shahkes le pedía de vez en cuando que tocara en su orquesta a razón de cincuenta kopeks al día, sin contar las propinas que pudieran darle los invitados. Cuando Bronce tomaba su asiento en la orquesta lo primero que le ocurría era que se le enrojecía la cara y se le cubría de sudor; hacía calor,olía a ajo hasta el extremo de causar sofoco; el violín empezaba a chirriar, el contrabajo gruñía junto a su oído derecho y la flauta gemía contra el izquierdo. La flauta la tocaba un judío flaco, de pelo rojizo, con toda una red de venas rojas y azules en la cara, quien tenía por nombre el de un famoso ricachón: Rothschild. Y ese condenado judío siempre se las ingeniaba para dar un tono triste a las canciones más alegres. Sin motivo aparente Yakov empezó poco a poco a sentir odio y desprecio por los judíos, en particular por Rothschild. Reñía con él, le insultaba con palabrotas y hasta trató en una ocasión de pegarle, pero Rothschild se ofendió y dijo mirándole ferozmente:-Si no le respetase por su talento musical le habría tirado por la ventana hace mucho tiempo.Y luego rompió a llorar. Por esta causa dejaron de llamar a Yakov para que tocara en la orquesta tan a menudo como antes lo hacía sólo cuando fallaba alguno de los judíos y no tenían más remedio que recurrir a él. 
Yacov nunca estaba de buen humor porque de continuo tenía que afrontar las pérdidas más horribles. Por ejemplo, era pecado trabajar en domingo o día festivo, el lunes era de mal agüero; de modo que en el año había unos doscientos días en que, mal que le pesase, tenía que estar mano sobre mano.¡Y menuda pérdida lo que eso suponía!Si alguien del pueblo tenía una boda sin música, o si Shahkes no le, invitaba a tocar, eso también era un pérdida.El inspector de policía había estado enfermo de tisis durante dos años, y Yakov había esperado impaciente que se muriera, pero el inspector fue a curarse a la capital de la provincia y había muerto allí. He ahí otra pérdida de por lo menos diez rublos, ya que el ataúd hubiera sido de los caros, con forro de brocado. La consideración de sus pérdidas atormentaba a Yakov sobre todo de noche; ponía el violín a su lado de la cama y cuando una de esas ideas fastidiosas le hurgaba el magín pulsaba las cuerdas, el violín producía un sonido en la oscuridad y Yakov se sentía aliviado.
El seis de mayo del año pasado Marfa se sintió de repente enferma. La vieja respiraba con dificultad, tenía mucha sed y se tambaleaba al andar; no obstante ella misma encendió la estufa esa mañana y hasta fue por agua. Al anochecer se acostó. Yakov estuvo tocando el violín todo el día. Cuando oscureció por completo tomó el cuaderno en que a diario apuntaba sus pérdidas y, no teniendo otra cosa mejor que hacer,se puso a sumar las de ese año.Ascendían a más de mil rublos. Tanto le perturbó este descubrimiento que tiró el cuaderno al suelo y lo pisoteó. Luego lo recogió y estuvo sacudiéndolo largo rato, entre hondos y prolongados suspiros. Tenía la cara amoratada y húmeda de sudor. Pensaba que si esos mil rublos que había perdido los hubiera tenido en le banco, le habrían producido como mínimo cuarenta rublos de interés al cabo del año.Así , pues, esos cuarenta rublos representaban también una pérdida. En resumen, que dondequiera que miraba sólo hallaba pérdidas y más pérdidas.
-¡Yacov! -exclamó María inesperadamente- ¡Me estoy muriendo!Se volvió para mirar a su esposa. El rostro de ella enrojecido por la fiebre, parecía insólitamente animado y gozoso. Bronce, habituado como estaba a verlo pálido, tímido y triste, quedó desconcertado. Le parecía como si ella hubiese muerto y estuviese contenta de abandonar por fin la cabaña, los ataúdes y al propio Yakov.  Miraba el techo, moviendo los labios, con una expresión de gozo, como si estuviera viendo a la Muerte, su liberadora y conversando con ella.Había llegado el amanecer y por la ventana se veía el cielo teñido con los colores del alba. Por algún motivo desconocido Yakov recordó,mirando ala vieja, que al parecer nunca le había hecho una caricia, nunca se había compadecido de ella, nunca había pensado en comprarle un pañuelo o en traerle algún dulce de las bodas. Por el contrario, sólo le había gritado, la había reñido por lo de las pérdidas y la había amenazado con el puño en alto; cierto que nunca le había puesto la mano encima, pero sí la había asustado, y cada vez que la reñía la dejaba paralizada de terror.Sí, y no le había permitido tomar el té porque bien claro estaba que sus gastos eran cuantiosos, por lo que ella había tenido que contentarse con beber agua caliente. Y ahora comprendía por qué la cara de ella tenía esa extraña expresión de gozo. Y aquello le colmó de espanto.
Tan pronto como se hizo de día pidió prestado un caballo a un vecino y llevó a Marfa al hospital. Como no había allí muchos enfermos no tuvo que esperar largo rato, sólo unas tres horas. Con gran contento suyo, no era el médico el que recibía a los enfermos ese día, sino el practicante,Maksim Nicolaich, un viejo de quien toda la ciudad decía que, aunque borrachín y pendenciero, sabía más que el médico.
-Buenos días , señor dijo Yakov entrando con su vieja en la consulta-.Perdone, Maksim Nikolaich, que le molestemos con estas cosillas. Como puede ver, este sujeto ha caído enfermo.O, como se dice, la compañera de mi vida, si me permite usted la expresión...Frunciendo las cejas grises y alisándose las patillas, el practicante clavó la mirada en la vieja, quien toda encogida estaba sentada en un taburete. Con su cara enjuta, nariz larga y boca abierta se parecía en su perfil a un pájaro sediento.
-Pues...sí...-dijo el practicante pausadamente y dando un suspiro-. Es un caso de gripe y quizá con fiebre. Hay ahora tifus en la ciudad .¿Qué hay que hacer? Gracias a dios la vieja ya ha tenido una larga vida...¿Qué edad tiene?-Le falta un año para los setenta, Maksim Nikolaich.-Vaya, pues sí que ha vivido. Ya es hora de que acaben las cosas.-Tiene usted razón en lo que dice, Maksim Nokolaich- dijo Yakov sonriendo por cortesía-.Y le agradezco su amabilidad, pero permítame indicarle que hasta un insecto quiere vivir.-Eso nada tiene que ver -replicó el practicante, como si de él dependiese el que la vieja viviera o no-. Bueno, amigo, oye lo que te digo: Ponle una compresa fría alrededor de la cabeza y dale de estos polvos dos veces al día. Y ahora vete con Dios.Bon jour.

Por la expresión de la cara del practicante Yakov coligó que ya era demasiado tarde para polvos; para él estaba claro que Marfa moriría muy pronto, si no ese día, el siguiente. Tocó ligeramente el codo del practicante, guiñó los ojos y dijo con voz queda:-Convendría ponerle unas ventosas, Maksim Nikolaich.-No tengo tiempo, no tengo tiempo, amigo.Váyanse con Dios, usted y su vieja. Hasta la vista.-Hágame ese favor -imploró Yakov-.Bien sabe usted que si, pongamos por caso, ella padeciese del estómago o de otro órgano interno, los polvos y las gotas podrían curarla. Pero lo que tiene es un resfriado. Y para un resfriado, Maksim Nikolaich, lo primero que hay que hacer es sangrar al enfermo.Pero el practicante había llamado ya al enfermo siguiente y en la sala de espera había entrado una campesina con un niño pequeño.-¡Váyase, váyase!...-dijo el practicante a Yakov frunciendo el ceño-. No hay nada más que hacer.-Pues entonces póngale al menos unas sanguijuelas.Rezaré por usted eternamente.El practicante, furioso, rugió:-¡Ni una palabra más, zopenco!...Yakov también perdió los estribos y se puso rojo como un tomate, pero no dijo una palabra más, agarró del brazo a Marfa y la sacó de la habitación. Sólo cuando ya estaban en el carro lanzó al hospital una mirada adusta y despreciativa y dijo:-¡Vaya con estos artistas! A un hombre rico sí que lo sangraría pero a un pobre ni una sanguijuela.¡Tío bruto!
                                   
Al llegar a casa, Marfa estuvo durante unos diez minutos apoyada en la estufa. Temía que , si se acostaba, Yakov empezaría a hablar de pérdidas y a regañarla por quedarse en la cama y no trabajar. Y Yakov la miraba con fastidio y se acordaba de que el día siguiente era el día de San Juan Bautista, el otro el de San Nicolás milagrero, el siguiente era domingo, y luego lunes, día de mal agüero. No se podría trabajar durante cuatro días, y Marfa de seguro moriría en uno de ellos; así pues tenía que hacer el ataúd ese mismo día. Tomó su vara de medir metálica, se acercó a la vieja y la midió. Después de eso, ella se acostó, él se santiguó y empezó a hacer el ataúd.Cuando quedó terminado el trabajo, Bronce se puso los anteojos y escribió en su librillo:"El ataúd de Marfa Ivanovna: 2 rublos 40 kopeks".Y suspiró. Durante todo ese tiempo su mujer estuvo acostada, sin hablar y con los ojos cerrados. Pero al anochecer, cuando ya oscurecía,llamó de pronto a su marido:-¿Te acuerdas, Yakov? -preguntó mirándolo con gozo-.¿Te acuerdas de que hace cincuenta años nos dio Dios un niño de pelo rubio?Tú y yo nos sentábamos entonces a la orilla del río y cantábamos canciones debajo del sauce.-Y riendo amargamente agregó:"El niño murió".Yakov trató de hacer memoria pero no pudo recordar en absoluto nada del niño o del sauce.-Ésas son imaginaciones tuyas -dijo.Llegó el sacerdote, quien administró al enferma los sacramentos y la extremaunción. Marfa empezó a murmurar algo ininteligible y cunado ya despuntaba la mañana murió.Las vecinas viejas lavaron y amortajaron el cuerpo y lo pusieron en el ataúd. Para no tener que pagar al diácono, el propio Yakov leyó los salmos. Tampoco tuvo que pagar los honorarios del cementerio, porque el guardián de éste era compadre suyo. Cuatro campesinos llevaron el ataúd al camposanto sin cobrar nada, por respeto a la difunta.  Tras el ataúd iban unas viejas, unos mendigos y dos tullidos.Las personas que se encontraban en el camino se santiguaban piadosamente...Y Yakov quedó muy contento de que todo se hubiera hecho de manera tan honrosa, decente y barata, sin ofender a nadie. Cuando dijo su último adiós a Marfa tocó el ataúd con la mano y pensó:"Excelente trabajo".Pero volviendo del cementerio le acosó una fuerte congoja. Sintióse  mal, respiraba febril y penosamente, le flaqueaban las piernas y ansiaba beber algo. Por añadidura, le revoloteaban en la cabeza un sinfín de pensamientos.Volvió a recordar que jamás en su vida había tenido lástima de Marfa o le había hecho una caricia. Los cincuenta y dos años que habían estado viviendo juntos en una cabaña se alargaban hacia atrás indefinidamente, pero durante ese tiempo no había pensado en ella una sola vez  ni le había hecho el menor caso, como si la pobre mujer hubiera sido un pero o un gato.Y, sin embargo, ella había encendido la estufa todos los días, había guisado y cocido, ido por agua, cortado leña, dormido con él en la misma cama; y cunado él había vuelto borracho de alguna boda ella había colgado respetuosamente el violín en la pared y metido al marido en la cama, todo ello en silencio, con cara preocupada y tímida.
                                       Al encuentro de Yakov, sonriendo e inclinándose, venía Rothschild.-Vengo en su busca,tío -dijo-.Moisei Ilich le manda saludos y desea que vaya usted a verle enseguida.Yakov no esperaba tal cosa. Tenía ganas de llorar.-¡Largo de aquí! -exclamó, prosiguiendo su camino.-¿Pero qué es eso?-preguntó Rothschild alarmado, corriendo tras él-.¡Moisei Ilich se va a enfadar!¡quiere que vaya usted a verle enseguida!A Yakov le causaban asco el jadear y guiñar de ojos del judío y las monstruosas manchas rojizas que tenía en la cara. También le repugnaba mirar su levita verde llena de remiendos y toda su figura escuálida y frágil.-¿A qué vienes tras de mí, diente de ajo?-gritó Yakov-. ¡Déjame en paz!El judío también se sulfuró y gritó:-¡Si no baja usted de tono le tiro por encima de la valla!-¡Quítate de delante! -rugió Yakov, yendo hacia él con los puños cerrados-.¡No hay quien pueda aguantar a los judíos!Rothschild quedó paralizado por el terror. Se agachó y alzó las manos por encima de la cabeza como para protegerse de los golpes; luego se levantó de un brinco y salió de allí a escape. Cuando corría iba dando saltos y manoteando el aire, mostrando cómo se retorcía su largo y descarnado espinazo. A los chicuelos de la calle les divertía el incidente y corrían gritando "¡judío, judío!". También los perros iban fueron en su seguimiento ladrando a más y mejor. Alguien soltó una carcajada y después lanzó un silbido, con lo que los perros renovaron los ladridos con más brío y estrépito que nunca...Luego, por lo visto, un perro mordió a Rothschild porque se oyó un grito de congoja y desesperación.
Yakov cruzó el prado comunal y fue sorteando las afueras del pueblo sin rumbo fijo,mientras los chicuelos gritaban "¡que viene Bronce, que viene Bronce!". Se halló junto al río. Por allí, revoloteando, chillaban las agachadizas y graznaban los patos. El sol brillaba intensamente y el agua espejeaba tanto que era penoso mirarla. Yakov se internó por una vereda que corría a lo largo de la orilla y vio a una señora gorda, de mejillas coloradas, que salía de la caseta de baños."Vaya nutria", dijo para sí. No lejos de la caseta unos chicos pescaban cangrejos usando trozos de carne como cebo. Al verle empezaron a gritar maliciosamente "¡Bronce, Bronce!". Pero he aquí que ante él se levantaba un viejo y frondoso sauce, de tronco enorme y con un nido de cornejas entre las ramas...Y de pronto surgió en la memoria de Yakov , como algo lleno de vida, el niño de rizos dorados y el sauce de que había hablado Marfa. Sí, este era el mismísimo árbol,verde, inmóvil y triste.¡Cómo había envejecido, el pobre!Se sentó al pie del mismo y se entregó a sus recuerdos. En la orilla opuesta,donde ahora había un prado que a veces se inundaba,había existido en años anteriores un bosque de robustos abedules y aquel cerro pelado que se divisaba en el horizonte había estado cubierto por un viejo pinar. Por el río pasaban entonces barcazas, pero ahora todo aquello estaba pelado, liso y en la orilla sólo se veía un abedul solitario, joven y garboso, como una muchacha, en tanto que por el río sólo transitaban patos y gansos. Era difícil creer que por allí habían pasado barcas en otros tiempos. Yakov cerró los ojos y en su imaginación vio venir hacia él, uno tras otro, una interminable bandada de gansos blancos.Le sorprendía darse cuenta de que no había bajado al río una sola vez durante los últimos cuarenta o cincuenta años de su vida, o si había venido no se había dado cuenta de ello.La corriente era firme y bastante caudalosa; se habría podido pescar en ella y vender el pescado a los comerciantes, a los funcionarios, al cantinero de la estación, e ingresar el dinero en el banco. Habría podido ir en lancha por el río, de finca en finca, tocando el violín, y la gente de toda condición habría dado dinero por oírle. Habría podido trabajar con una lancha en el río, lo que hubiera sido más provechoso que hacer ataúdes. Por último, habría podido criar gansos, matarlos y enviarlos a Moscú en el invierno; quizá con sólo la venta de las plumas habría podido embolsarse diez rublos al año.Pero había perdido todas esas oportunidades; no había hecho nada.¡qué pérdidas!¡Ay qué pérdidas! Y si se sumaba todo ello -pescar, tocar el violín, trabajar con una lancha, criar gansos- ¡qué capitalazo hubiera reunido. Pero ni en sueños había hecho nada de eso; su vida había transcurrido sin gusto ni provecho, tonta e inútilmente. Delante de sí no quedaba nada; detrás tampoco, salvo pérdidas y pérdidas tan horribles que de sólo pensar en ellas sentía escalofríos. ¿Y por qué no puede un hombre vivir de manera que se puedan evitar tales perjuicios y pérdidas? A ver ¿por qué se talaron esos abedules y ese pinar? ¿Qué necesidad había de que estuvieran baldíos esos pastizales? ¿Por qué la gente hace siempre precisamente lo que no debe hacer?¿Por qué Yakov, durante toda su vida, había reñido, chillado, amenazado con el puño e injuriado a su mujer?Otra pregunta ¿que necesidad había habido de insultar y asustar a un judío un momento antes?¿Por qué, en general, los hombres están siempre echándose la zancadilla unos a otros? ¡pues hay que ver las pérdidas que se originan con eso!¡Pérdidas terribles! Si no fuera por el odio y la rabia los hombres podrían obtener unos de otros ganancias enormes.
                                                                                                        
                      Todo ese anochecer, toda esa noche, estuvo Yakov soñando con el niño, con el cauce, con el pescado y los gansos, con Marfa y su perfil de pájaro sediento, con el rostro pálido y lastimero de Rothschild. Unos a modo de hocicos parecían acercarse a él por todos lados, murmurándole sus pérdidas. Daba vueltas y más vueltas en la cama y se levantó cinco veces durante la noche para tocar el violín.Haciendo un esfuerzo se levantó a la mañana siguiente y fue al hospital. el mismo Maksim Nicolaich le mandó ponerse paños fríos en la cabeza y le dio unos polvos; pero, por la expresión de la cara y el tono de la voz del practicante, Yakov entendió que la cosa iba mal y que no había polvos que pudieran ayudarlo ya. Cuando volvía a casa iba pensando que de su muerte resultaría al menos una ganancia: no tendría que comer, ni beber, ni pagar impuestos, ni ofender a nadie; y como el individuo permanece en la tumba durante cientos y miles de años, la suma de ello da por resultado una ganancia colosal. Así, pues, la vida es para el hombre una pérdida, la muerte una ganancia. Esta conclusión es, por supuesto, correcta, pero también lamentable y amarga. ¿Por qué en este mundo las cosas están ordenadas de modo que la vida, que el hombre recibe tan sólo una vez, deba transcurrir sin ganancia alguna?
No lamentaba tener que morir, pero cuando al llegar a casa vio el violín se le encogió el corazón y se puso muy triste. No podía llevar consigo el violín a la tumba, por lo que éste quedaría huérfano y correría la misma suerte que los bosquecillos de sauces y pinos. Todo en este mundo acababa y seguiría acabando.Yakov salió y se sentó en el umbral de la cabaña, apretando el violín contra su pecho. Y  mientras pensaba en su vida desaprovechada y caduca empezó a tocar, sin darse cuenta de que lo que tocaba era triste y enternecedor ni de que las lágrimas se deslizaban por sus mejillas. Y cuanto más pensaba, más triste sonaba el violín.
Rechinó un picaporte y entró Rothschild por la puerta de la valla. Cruzó audazmente la primera mitad del patio, pero al ver a Yakov hizo alto, se agachó y, seguramente de susto, empezó a hace señas con las manos,como queriendo mostrar con los dedos la hora que era.-Ven aquí, no tengas miedo -dijo Yakov con dulzura, indicándole que se aproximara-.¡Acércate!Mirando desconfiado y miedoso, Rothschild fue acercándose y se detuvo a dos o tres pasos de Yakov.-¡Por favor, no me pegue!-dijo inclinándose-.Moisei Ilich me manda otra vez. "No temas, me ha dicho, vuelve a Yakov y dile que sin él no podemos salir del paso".Hay una boda el jueves que viene...Sí...íí. El señor Shapovalov casa a su hija con un hombre de bien. Y la boda ¡huy, huy! será de postín -agregó el judío haciendo un guiño.-No puedo ir -dijo Yakov, respirando penosamente-.Estoy enfermo, muchacho.Empezó a tocar de nuevo; y las lágrimas le saltaban de los ojos al violín.Rothschild escuchaba atentamente, mirándole de soslayo, con los brazos cruzados sobre el pecho. Y el miedo y la perplejidad de su cara fueron trocándose poco a poco en sufrimiento y angustia. Levantó los ojos como en un éxtasis de dolor y murmuró "¡Ah!", y las lágrimas empezaron a resbalar lentamente por sus mejillas y a caer sobre la levita verde.El resto del día lo pasó Yakov acostado y entristecido. Cuando al anochecer llegó el sacerdote para confesarle y le preguntó si no recordaba algún pecado en particular, trató de reanimar su enflaquecida memoria y vio de nuevo ante sí la cara triste de Marfa y oyó el grito desesperado del judío cuando el perro le mordió. Murmuró con un hilo de voz:-Dé mi violín a Rothschild.-Así se hará- respondió el sacerdote.
Ahora toda la gente del pueblo pregunta:-¿De dónde habrá sacado Rothschild un violín tan estupendo? ¡Lo habrá comprado, lo habrá robado, o quizá lo habrá sacado de una casa de préstamos?Hace tiempo que Rothschild ha abandonado la flauta. Ahora bien, cuando trata de reproducir lo que Yakov tocaba sentado en el umbral de la cabaña, el resultado es tan plañidero y dolorido que sus oyentes rompen a llorar y él mismo acaba por alzar los ojos y murmurar "¡Ah!".Y esta nueva canción gusta tanto en el pueblo, que los comerciantes y los funcionarios rivalizan en invitar a Rothschild a sus casas y a menudo hacen que toque esa pieza diez veces seguidas.
Marc Chagall, Mi vida
L


Anton Chéjov, El violín de Rotschild y otros relatos, Alianza Editorial.

viernes, 16 de marzo de 2018

Beatriz González vitalidad de la palabra y las imágenes



Esta semana "El Cultural" publica una entrevista   con la colombiana Beatriz González,(Bucaramanga, 1938), pintora conocida y respetada internacionalmente. Su innovadora mirada plástica crea con talento,pasión y método,  imágenes poderosas. Aunque su estilo se catalogue a menudo dentro del  pop, ella  parece sentirse más cercana -por razones evidentes, si se analizan  los componentes de sus obras  alejados de lo popular-,  al  neo-dadaísmo que impulsaron  Rauschenberg y  Jaspers Johns...
                                 
Es  autora de importantes  textos sobre arte colombiano y una profesora sagaz que, recordando a Rilke, escribe una  "Carta a un joven artista" y en sus clases, transmite a los alumnos la superioridad de la reflexión sobre la técnica en el arte contemporáneo mientras   les desvela el valor de la poesía como magma  de la creación y la importancia para la misma  del cine y de la historia. 
Sus pinturas de figuras planas y color plano sobre lienzo y otros soportes, -cortinas, muebles, cerámica...-, se acercan menos a  lo popular que a lo más sofisticado del arte universal y  desde Burdeos llegan a Madrid  donde  estarán  a partir  del 22 de marzo  en el Palacio  de Velázquez  en el Retiro .
         

Pregunta.-¿Cuáles han sido sus fuentes de inspiración?Respuesta.-El reporterismo gráfico y las imágenes en periódicos y revistas. En cuanto a la historia del arte, La Crucifixión de Grünewald, que es capital para mí porque el artista supo captar el momento de dolor y de pasión. También La expulsión del Paraíso de Masaccio, por la expresión e las imágenes en pleno movimiento.
 
P.-Alimenta su archivo con recortes de periódico, láminas de reproducciones de obras y otros materiales. ¿Cómo es su proceso de trabajo?R.-En primer lugar reviso los periódicos diarios y corto las imágenes que me llaman la atención por su tema o por el tratamiento de la imagen. Escojo una fotografía, hago dibujos en libretas, luego en papeles de mayor tamaño y por último decido si merece la pena hacer una pintura al óleo de acuerdo a la complejidad de la imagen.[...]
                                 
P.-Ha pintado sobre muebles, cortinas...¿importa el soporte?R.-Unas veces es el que me dicta la imagen, como el caso de Botticcelli Wash and Wear, otras es la imagen impresa la que me dicta el soporte.[...] La especificidad de una obra radica en el acierto en escoger un soporte para la imagen. 
P.- ¿Qué opina de la etiqueta de pionera del arte pop latinoamericano que siempre se le añade a su nombre? R.-Nunca he aceptado que me cataloguen de artista pop, cuando comencé a trabajar con recortes de prensa mi conocimiento y el contacto con el arte pop en Colombia era muy escaso. Al contemplar en el Museo Stedelijk de Amsterdam en 1966 las obras de los artistas pop me incliné hacia las obras de artistas  pre-pop como Jaspers Johns y Robert Rauschenberg
P.-Cree en el artista comprometido políticamente con su tiempo?R.-No creo en el compromiso político del artista, creo en el compromiso con la ética.[...]P.-Esta retrospectiva es un reconocimiento en Europa a su carrera, por qué cree que hemos tenido que esperar tanto?R.- Por la mirada miope europea hacia Latinoamérica.[...]
 
P.- Cuál cree que es el lugar que ocupa el arte en la historia?R.-Ninguno, como otros creen, el arte dice cosas que la historia no puede contar.P.-¿Ha sido intensa su relación con artistas de su generación como Botero?R.-Los artistas como Botero no miran a su alrededor, así que mi obra no existe para ellos. Hay otros artistas como Santiago Cárdenas y Luis Caballero con los que mantuvimos y mantenemos una gran admiración mutua. [...]
 
P.-¿Qué consejo daría,entonces, a las nuevas generaciones de artistas? R.-En Carta a un joven artista recomiendo la lectura de poesía, la afición al cine y los grandes directores, la lectura de historia.                     


P.-¿Cuál debe ser el papel de los museos? 
R.- Los museos y sus colecciones son esenciales para para la aproximación a la obra de arte en particular. el hecho de descubrir el gusto por un pequeño detalle de la obra abre la comprensión no sólo de qué es el arte sino de qué es un
artista.[...]                      

http://www.elcultural.com/revista/arte/Beatriz-Gonzalez-El-arte-dice-cosas-que-la-historia-no-puede-contar/40796
 

El Cultural, 16-22 de marzo de 2018, El Mundo