"En 1967, harto de vivir en el mundo artístico neoyorquino, Philip Guston abandonó para siempre su estudio de Manhattan y se instaló definitivamente con su mujer, Musa, en una casa en Maverick Road, Woodstock, donde llevaban viviendo, con breves períodos de ausencia, desde hacía unos treinta años. Dos años más tarde, yo volví la espalda a Nueva York para refugiarme también en Woodstock, en una casita amueblada, en la otra punta de donde vivía Philip, a quien por aquel entonces no conocía. Iba huyendo de la publicación de El lamento de Pornoy. Mi súbita mala fama de bicho raro sexual se había hecho difícil de evitar en Manhattan. de modo que decidí largarme" [...]

Versión de Guston de "la creación" a partir de Miguel Ángel...
"En 1969 -año en que nos conocimos- la situación de Guston era muy diferente. Philip tenía cincuenta y seis años, veinte más que yo, y estaba sumido en las dudas que asaltan en la madurez tardía a todo artista digno de consideración. Habiendo dado por agotados los medios que antes le sirvieron para liberarse como pintor abstracto, las dotes pictóricas que hicieron su reputación lo aburrían ahora tanto como lo disgustaban. No quería volver a pintar así; intentaba convencerse de que no debía de volver a pintar de ninguna manera. Pero el caso es que sólo la pintura podía contener su turbulencia emocional, por no decir que era lo único capaz de aliviar en algo su monomanía automitificadora; de modo que dejar de pintar habría sido como suicidarse. La pintura monopolizaba justamente la porción bastante de su desesperación y de su sísmica irritabilidad como para convertir la ansiedad de ser quien era en algo de lo que incluso él llegaba a poder reírse en alguna ocasión; pero nunca neutralizó enteramente las pesadillas [...]


" Lo que hizo florecer nuestra amistad fue, en principio, la similitud en el punto de vista intelectual, la coincidencia en el afecto a muchos libros, así como un gusto compartido por lo que Guston llamaba "crapola",basurola, empezando por las vallas publicitarias, los garajes, las cafeterías, las hamburgueserías, las tiendas de viejo, los talleres de reparación de automóviles -todas esas cosas de borde de la carretera de las que a veces nos íbamos a disfrutar juntos en Kingston-, y terminando por el modo de hablar de la ciudadanía de Catskill, tan rotundo como paleto y los uriahheepismos[lo aplica a la falsa modestia al hablar de sí mismo] de nuestro presidente [Nixon]. Lo que selló nuestra camaradería fue que a ambos nos gustaba la obra última del otro."[..]