Octavio Paz une la sensibilidad del poeta y el vigor de pensamiento en una escritura honda y brillante que hicieron pronto de él un clásico.En un prólogo para Chuang-Tzu, se refiere a este personaje chino -considerado junto con Lao Tse padre del taoísmo:
"Creo que Chuang-Tzu no sólo es un filósofo notable sino un gran poeta. Es el maestro de la paradoja y del humor, puentes colgantes entre el concepto y la iluminación sin palabras.",
la idea de la paradoja y el humor como puentes colgantes entre la gravedad del concepto y el fulgor de la iluminación...Chuang-Tzu vivió a mediados del s.iv, a.C.,y Paz traza un apunte magistral de las similitudes de la China de entonces, -fragmentada, inestable políticamente pero con una intensa actividad intelectual-, con las polis griegas de la época clásica y las repúblicas italianas del Renacimiento
También contrapone el carácter utilitario y conservador de la filosofía de Confucio con el pensamiento de los poetas como Chuang-Tzu y Lao-Tzu [Tse], teñido de humor, imaginación y escepticismo.Rebosante de libertad y cierto anarquismo antisistema ,-y no sólo, si se toma como sistema el racionalismo social de Confucio.
Y comenta Paz: " es consolador saber que hace dos mil años, alguien predicaba lo contrario: la oscuridad, la inseguridad y la ignorancia, es decir, la sabiduría y no el conocimiento."
Se sabe cuánto valoraba Paz el pensamiento y la cultura oriental y cómo sin conocer sus lenguas, partiendo de versiones inglesas y francesas acercó al mundo del español joyas de su pensamiento, literatura y poesía. Las historias que cuenta el Chuang-Tzu de Paz, son parte de la obra del Chuang -Tzu "verdadero." :
Sueño y realidad
Soñé que era una mariposa. Volaba en el jardín de rama en rama. Sólo tenia conciencia de mi existencia de mariposa y no la tenía de mi personalidad de hombre. Desperté. Y ahora no sé si soñaba que era una mariposa o si soy una mariposa que sueña que es Chuang-Tzu.
Las leyes y los hombres
Tzu Kung, discípulo de Confucio, dijo a Lao-Tzu: "Dices que no debe haber gobierno.Pero, si no hay gobierno, ¿cómo se purificará el corazón de los hombres?". El maestro contestó:"Lo único que no debemos hacer es entrometernos en el corazón de los hombres. El hombre es como una fuente; si la tocas se enturbia; si pretendes inmovilizarla, su chorro será más alto...Puede ser tan ardiente como el fuego más ardiente; tan frío como el hielo mismo. Tan rápido que, en un cerrar de ojos, puede darle la vuelta al mundo; en reposo es como el lecho de un estanque; activo es poderoso como el cielo. Un caballo salvaje que nadie doma: eso es el hombre".
El primer entrometido fue el Emperador Amarillo, que enseñó la virtud y la benevolencia. Los sabios Yao y Shun lo siguieron; trabajaron hasta perder los pelos de las canillas y de las piernas; se rompieron el alma con incesantes actos de bondad; se exprimieron los sesos para redactar innumerables proclamas y leyes. Nada de esto mejoró a la gente.
Yao tuvo que desterrar a Huan Tou al Monte Chung, arrojar a Sao Miao al desierto, expulsar a Kung Kung -actos que habrían sido innecesarios de haber logrado sus buenos propósitos-.Desde entonces las cosas han ido de mal en peor.El mundo soportó, al mismo tiempo, al tirano Chieh y al bandolero Chih; frente a ellos en los mismos días, al virtuoso Tseng, discípulo de Confucio, y al incorruptible Shi Yu.
Entonces surgieron las escuelas de Confucio y Mao Tzu. De ahí en adelante, el satisfecho con su suerte desconfió del descontento y a la inversa; el inteligente menospreció al tonto y éste a aquél; los buenos castigaron a los malos y los malos se vengaron de los buenos; los charlatanes y los hombres honrados intercambiaron injurias y amenazas. La decadencia se hizo universal. Los poderes naturales del hombre se desviaron, sus facultades innatas se corrompieron. En todas partes se empezó a admirar el "conocimiento" y la gente del común se volvió lista y taimada. Nada permaneció en su estado natural.Todo tuvo que ser cortado y aserrado a un modelo fijo, dividido justo en donde la línea de tinta lo señalaba, triturado a golpe de cincel y martillo, hasta que el mundo entero se convirtió en incontables fragmentos. Caos y confusión. ¡Y todo esto sucedió por inmiscuirnos en el alma de los hombres!
Aquellos que se dieron cuenta de la locura de estos métodos, huyeron a las montañas y se escondieron en cuevas inaccesibles; y los grandes señores se sentaron temblando en sus viejos palacios. Hoy, cuando los cuerpos de los ajusticiados se apilan uno sobre otro; cuando a los prisioneros , encorvados y en cadenas se les empuja en manadas; cuando los contrahechos y los mutilados tropiezan uno con otro, los seguidores de Confucio y los de Mo-Tzu no encuentran otro remedio que, a horcajadas sobre los aherrojados, levantar las mangas de sus camisas y darse de pescozones. Semejante impudicia es increíble. Casi podría afirmar que santidad y sabiduría han sido el cerrojo y la llave de los grillos que aprisionan al hombre; virtud y benevolencia, las cadenas y cepos los inmovilizan. Sí, casi podría creerse que los virtuosos Tseng y Shi fueron las flechas silbantes que anunciaron la llegada del tirano Chieh y del bandido Chih.
Cuando Po-Chu visitó el país de Chi, vio el cuerpo de un malhechor descuartizado. Al punto se despojó de su manto de corte y cubrió los pobres miembros destrozados como si envolviese a un niño en pañales. Y mientras hacía esto, gritaba y se lamentaba: "No creas que tú solo sufres esta desgracia. No sólo te pasa a ti esta terrible desdicha. Nos pasa a todos, aunque a ti te ha herido antes. Tus jueces dicen: no robarás, no matarás; y esas mismas almas virtuosas , al premiar y elevar a unos cuantos, hunden al resto en la ignominia. La desigualdad que crea sus leyes engendra la ira y el rencor. Ellos, que amontonan riquezas, honores y méritos, siembran la semilla de la envidia.El corazón turbio por odio y envidia, el cuerpo cansado por el trabajo sin tregua, el espíritu henchido de irrealizables deseos, ¿cómo escandalizarnos de que todos terminen como tú?".
Octavio Paz, Chuang-Tzu, Siruela.
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