Francisco de GOYA y Lucientes es un genio por su calidad técnica, por la singularidad y densidad poética concentrada en sus imágenes, por el portentoso tratamiento del color, pero sobre todo, por la capacidad de invención y evolución de su pintura a partir de 1792, el año de la misteriosa enfermedad que lo dejó sordo. Ese año en un escrito a la Real Academia de San Fernando, -en pleno Neoclasicismo, tan sumiso a normas-, escribe algo sorprendente : "... no hay reglas en la pintura" .
Esa radical independencia le sumerge en el riesgo de la invención y le lleva a internarse en abismos inexplorados en pinturas, dibujos y grabados que evocan los versos de Baudelaire en Los Faros: "Goya, pesadilla llena de cosas desconocidas..."
El Metropolitan de Nueva York expone hasta el 3 de agosto los retratos que hizo el pintor a la familia del conde de Altamira. Pertenecen a los años ochenta, todavía cercanos al estilo rococó, pero muestran un dominio inusual del color y la luz y algo que distinguirá siempre sus retratos, la sabiduría para plasmar la verdad interior del modelo. Y también la sensibilidad especial de Goya , -tan fiero en la sátira de Caprichos y Disparates o en la crueldad de Los Desastres de la Guerra-, para representar a los niños.
Goya reconocía sólo como maestros a "Velázquez, Rembrandt y la Naturaleza". La Naturaleza (humana) queda patente en sus Disparates y Caprichos y se hace Historia en Los Desastres de la Guerra. De esta serie señala Robert Hughes:
"esos grabados estremecedores en los que el pintor da fe de los inenarrables y crueles sucesos de la sublevación española contra la invasión napoleónica: con su testimonio Goya se convirtió en el primer reportero gráfico de guerra moderno"
Retrató a la aristocracia, a las clases dirigentes y fue pintor de cámara de los reyes Carlos IV y su hijo Fernando VII. Como otros artistas, aspiraba al ascenso social y se sentía a gusto en los ambientes aristocráticos e ilustrados; a su amigo de infancia Martín Zapater le escribe "si no era una persona de alto rango o recomendado por un amigo no trabajaba nada para nadie".
[La firma del pintor aparece en el papel que lleva la urraca en el pico. En esta retrato Goya enlaza con la tradición de la mejor pintura barroca española, con Velázquez, pero aquí sobretodo con Murillo. La pintura es propiedad del Metropolitan. Fue donada por Ketty Bacher Miller a condición de que cada año volviera a su apartamento por unos días - que ella convertía en una recepción extraordinaria para sus amistades- y así se hizo hasta su muerte en 1979.]
La autoría de los cuadros de la familia Altamira es clara, aunque la autenticidad de algunas pinturas de Goya se discuta. El Coloso, se descatalogó ( y se descolgó de El Prado hace pocos años ) con muy buen sentido, gracias a una conservadora del Museo (Manuela Mena) que tuvo el valor de afrontar la polémica. Se discuten otras pinturas como La lechera de Burdeos y alguna más..., pero afecta poco al conjunto de una obra extensa ( setecientas pinturas, numerosos dibujos y grabados... ) y en su mayor parte catalogada con seguridad. Robert Hughes hacía sobre la cuestión un comentario perverso aunque ya -después de la descatalogación del Coloso- no sea tan exacto:
" Hoy , aparte de dibujos y grabados, el Prado posee unas ciento cincuenta pinturas de Goya, aunque no todas son auténticas, un hecho que los conservadores del museo admiten a veces en privado, pero que se niegan a declarar en público"
Vicente Osorio de Moscoso, conde de Altamira, 1787, ól/lz, 177 x 108, Madrid, Banco de España.
En 1787 el conde de Altamira era director del Banco de San Carlos, -el futuro Banco de España-, y encargó su retrato a Goya; el cuadro ha permanecido en el Banco desde entonces y ahora abandona Madrid por primera vez para la exposición neoyorquina.
Este retrato tiene un interés añadido porque conduce a un aspecto controvertido del pintor: si Goya adulaba o no a sus retratados de importancia. El conde de Altamira era de mínima estatura, casi un enano. Goya le retrata sentado y salva el escollo en parte , y aunque no quiere evitar que la mesa resulte demasiado alta para la figura, y sale airoso del reto, agradando al cliente, sin falsear la percepción y dañar su prestigio. Este aspecto de la sinceridad de la imagen del retratado, lleva hasta los retratos reales de los que se ha fantaseado que Goya utilizara para denigrar a la familia real.
Los Goyas de familia Altamira en la exposición del MET:
De izda a dcha y de arriba a abajo:Manuel Osorio Manrique de Zúñiga, Metropolitan/ 2. Vicente Osorio de Moscoso, Colecc. privada./3.Vicente Joaquín Osorio Moscoso,conde de Altamira, Banco de España, Madrid./ 4.María Ignacia Álvarez de Toledo,Metropolitan.
Goya es tan justamente admirado que su figura se idealiza a veces hasta la leyenda. Es una fantasía insensata sostener que el pintor satirizara en sus retratos a la familia real, acentuando la fealdad y vulgaridad de la reina Maria Luisa, la insignificancia del rey Carlos IV o la zafiedad del heredero Fernando VII. Goya no era servil pero cuidaba bien de sí mismo y de su hacienda y estaba lleno de sentido común.No podía, ni posiblemente deseaba, ofender a sus poderosos mecenas y menos en un ambiente cerrado y lleno de intrigas y mezquindad como debió ser la corte de Madrid de entonces. Posiblemente,incluso, los personajes fueran menos atractivos de como los pintó cuidando no faltar excesivamente a la verdad de lo que percibía.
También es discutible la idea de un Goya revolucionario políticamente. Sin duda se sentía muy cerca de las ideas liberales e incluso afrancesadas, de los ilustrados, pero siempre fue prudente. Tras el Trienio Liberal, en 1824 la intervención de los Cien Mil Hijos de San Luis, enviados por la Santa Alianza devuelven a Fernando VII el trono. Es el retorno al Absolutismo, a la sociedad del Antigua Régimen, a "la Alianza del Trono y del Altar", como se caracterizó el periodo. Ante el miedo a la Inquisición, por la autoría de las Majas y otras sospechas y la ineludible represión del rencoroso Fernando VII con los desafectos, Goya, mayor, enfermo, totalmente sordo, sin conocer el idioma, parte hacia Francia amparándose en razones de salud -tomar las aguas en el balneario de Plombières-. Es una cuestión de supervivencia.
Se dirige a París, que entonces era la ciudad de Merimée, Chopin,Delacroix...Delacroix el artista joven pero que ya había realizado obras importantes como Dante y Virgilio o La matanza de Quíos, y conocía la obra de Goya y la admiraba, pero no hay constancia de que se llegaran a conocer. El pintor español se debió sentir solo y abandona la capital para instalarse en Burdeos.
Desde allí viajará alguna vez a Madrid. La última en 1826,con ochenta años , para solicitar al rey el retiro definitivo como pintor de cámara y arreglar su pensión. El soberano le concede el retiro y una pensión anual de cincuenta mil reales . Dos años después muere en Burdeos.
Perro hundido, Pinturas negras, h 1820-21, detalle. Museo del Prado
En la complejidad de las imágenes y los abismos creados por Goya, emerge el fondo histórico sobre el que transcurre su vida ,1746-1828.
Entre los hechos y procesos de magnitud explosiva y expansiva destacan: la revolución e independencia de las colonias inglesas de América del Norte y el nacimiento de Estados Unidos; el más cercano y peligroso por ello de la Revolución Francesa, las Guerras Napoleónicas, la invasión francesa de la Península Ibérica con las aterradoras imágenes que dejó Goya, los nuevos aires de las Cortes de Cádiz y la Constitución de 1812,de duración tan breve..., la independencia de las colonias americanas de España, y el fin del imperio español, excepto Cuba, Puerto Rico... y Filipinas que se independizarían en 1898.
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